4/11/08

Esto

No es ésto algo parecido a la lluvia..?
...
No pensás que esto es algo parecido a la lluvia..?
o...

no es ésto algo apenas parecido a una mujer..?


Quizá ésto sólo es algo complicado de decir.

23/10/08

Tarde...ya no

Hace apenas unos meses pude recuperar algunos vestigios del pasado. Retazos amarillentos, olvidados como se olvida el olor del mar, o el néctar ajeno exudado, aprendido, bebido en noches en que ni yo ni las cortinas de las ventanas podemos atestiguar cómo sucedieron. Vestigios que si bien eran remotos, daba por descontado que ya no existían, o existían para contradecir mis esfuerzos de olvidarme que alguna vez existieron.
A veces se recuerda un juguete, el olor del plástico, la aspereza o la suavidad que tenía. El tipo de sensaciones que, vagamente, podemos asociar con aquellas primeras experiencias del mundo. Las que fueren.
Aún las jodidas.
Revolviendo viejos cajones encontré cuadernos y libros, los primeros libros, de mi paso por la escuela primaria.
Los encontré sin sorpresa, sin encanto. Como se encuentra un boleto de tren olvidado en el bolsillo de un viejo gabán, como una carta marchita, un frasco hermoso y vacío. Encontrar sin tener la urgente necesidad de hacerlo, casi cuestionando el encuentro.
Aparecieron donde –sabía- debían estar si algún azar del tiempo no se había confabulado para hacerlos desaparecer. Sin entusiasmo los hojee en un principio, y sin saber porqué decidí guardarlos, recogerlos desde su antiguo descanso para traerlos a mis pocas pertenencias actuales, a las nimias pertenencias que intentan fundirse para engendrar un recuerdo. Las que me dicen hoy quién soy, las nuevas, las adquiridas, las recibidas en regalo. Las aprendidas como mías, y extrañas justamente por ello.

24/9/08

Delfín (*)

Un delfín en la tormenta, solo y con tanto mar por todos lados.
Endeble, con la premisa de altanería lacrada en su piel, muy a su pesar. Y tanto que le queda ajena, extraña, casi tan mal acuñada como una cicatriz bastarda que la acompaña en su difícil camino.
La conocí una tarde de febrero, no por su forma, sino por el aroma que brotaba de algún lugar cerca de su nuca.
La supe sentada a mi lado, sin palabras, y sólo tenía sentidos para aquel aroma. Era lo que mejor la descifraba, ocultando todo aquello necesario de ocultar, poniendo sólo a la intemperie la punta de aquella piedra rosetta que traducía distintas lenguas a la única conocida, mostrando al mismo tiempo que había demasiado. Enmascarando sólo para cualquier ser distraído que no se detuviera a buscar más allá del aroma, más adentro en su propia naturaleza, el origen indiscutiblemente selecto de esa extraña, pero descifrable marca. Quizá mucha mujer, quizá sólo una corteza.
No cruzamos palabra, pero estábamos al tanto uno del otro. Supe que era mi turno de mover, y aún así no lo hice. Hubiese sido acelerar, desbocar a los caballos en una desenfrenada carrera intuyendo que no era el tiempo, aunque esa era la manera más ansiada quizá, pero más segura también de llevar a la zozobra una embarcación demasiado fresca como para internarse en profundidades que el tiempo signaba como destinatarias de su estructura.
Sabía que los caminos se nos cruzarían, aún sin saber cómo, pero estaba escrito.
Mi tiempo se iba acortando pero el suyo no guardaba premura. Sólo una herencia mórbida y mis desajustes siempre de momentos equivocados.
Pero estaba escrito. Y ambos lo sabíamos, aún sin saberlo.


(*) Del cuaderno de lo escrito hace muchos años

16/9/08

Preguntas

Cuánto es mucho?
Cuántos son muchos?
Muchos son “los suficientes”?
Muchos son “algunos más que unos cuantos”?
O será que “mucho” es algo que no tiene una medida estipulada?
Quizá, no, es seguro que el “mucho” no es para todos igual, ni siquiera lo mismo. Por lo tanto no es medible con parámetros ajenos, que suelen llegar como diatribas amenguantes sin medir el tono cuántico de quien dice “muchos” (“que suelen llegar como....sin medir el tono...de quien dice..”).
“Muchos” vive lindando en la frontera con los “demasiados”, y cruzarlo sería una torpeza. Jactarse de tener “mucho” es muy distinto a apenarse de tener “demasiado”.
Por ahora se acercan a ser “muchos” y distan... aún distan de ser “demasiados”.
Y no quisiera llegar a ellos.

7/9/08

Endemientras

Cuando los hoy son más ayer que mañana,
cuando no hay ayer,
cuando el hoy es irrisorio, y el mañana utópico.
Cuando lo que podría hacer ya lo hice,
cuando quedan varias cartas en la manga,
cuando simplemente la mesa de juego no esta tendida.
Cuándo?

22/8/08

Contar um sonho é proibido (*)

Quien cuenta
un sueño que soñó,
no cuenta todo lo que encontró.
Contar un sueño es prohibido.

Yo soñé
un sueño con un amor,
y una ventana y una flor,
una fuente de agua y mi amigo.

Y no había nada más..
sólo nosotros, la luz, y nada más...

Allí vive el amor.

Amor
que tengo en secreto
en un sueño que no voy a contar
y cada día es más sentido.

Amor
yo tengo un amor bien escondido
en un sueño que no se contar
y guardaré siempre conmigo.


Quem contar
um sonho que sonhou
não conta tudo o que encontrou
Contar um sonho é proibido.

Eu sonhei
um sonho com amor,
e uma janela e uma flor,
uma fonte de água e o meu amigo.

E não havia mais nada...
só nós, a luz, e mais nada...

Ali morou o amor
Amor,
Amor que trago em segredo
num sonho que não vou contar
e cada dia é mais sentido.

Amor,
eu tenho amor bem escondido
num sonho que não sei contar
e guardarei sempre comigo.

Madredeus

11/8/08

Si

Si pudiera decir lo que no puedo, y escribo
si pudiera aclarar lo que digo
si pudiera decir sin aclarar
si pudiera aclarar sin decirlo.

Si pudieras prescindir de lo que escribo,
si pudieras entender lo que no aclaro,
si pudieras escuchar lo que no digo,
si pudieras, tal vez yo no escribiría.

Si pudiera, tal vez vos entenderías.

Si pudieras, tal vez yo podría.

6/8/08

Días con fusas

A veces el sol brilla opaco, tan opaco que no existen sombras.
Pero no hay brillos, sólo luz clara.
(luz iluminando todo pero sin estridencias, sólo iluminando)

Los rostros no tienen contrastes, las calles no tienen tonos duros.
Es un gris general (y dale con los grises..!) que todo lo amansa.

Es como escuchar un tono monocorde, casi constante,
pero con algunas fusas que levemente estiran unas octavas los acordes.

Un sol que brilla sin dar contrastes.
Y es como que todo debería quedarse así por algunos minutos.
Los suficientes para soñarlos

cuando los sueños no tiene luz.

27/7/08

One white whale (*)

Cómo encontrarte, quizá por tu canto
un extraño rastro de notas en el agua.
Una ballena blanca en todos estos océanos.
Una ballena blanca.

Deslizándose a través de las redes del silencio,
debajo de millas de capas de hielo polar.
Tu dejas tus ecos en el agua.
Una ballena blanca en todos estos océanos
Una ballena blanca.

(*) Laurie Anderson

20/7/08

20-VII

Aunque los domingos sean demasiado largos.
Aunque las copas de las que bebimos pierdan su brillo
Aunque se hubieran agotado los momentos
Aunque lo mejor por vivir fuera sólo lo ya vivido.
Aunque nos abaniquen vientos de otras tierras.
Aunque sólo uno entregue un beso y el otro sólo ponga la mejilla.
Aunque siempre hayan estado los que debían estar.
Aunque se amarillen las fotos,
aunque se aburran los balcones,
aunque los que se marchan nunca vuelvan.
Aunque nadie nos extrañe.
Aunque no nos conozcamos.
Aunque no sintonicemos.
Aunque nunca amanezca como aquel día.

Aunque las letras no nos unan.
Aunque la mejor música fuese la que no escuchamos
Aunque cada mañana empecemos de nuevo.
Aunque nuestra propia sombra nos pierda de vista.

Nuestro abrazo le dio sentido a la piel que cubre estos huesos.
Y eso no tiene precio.

(Lo demás se compra con Master)

13/7/08

Goteos

Como una gota que cae.
Así es todo,
como una gota que cae.
Impacta contra la superficie impávida, serena, tersa.
La conmueve, revoluciona, altera.
Ingresa y gesta ondas, ondas que se expanden, que se multiplican abarcándolo todo.
O casi,
o casi.
Hasta que se disuelven, lentas en gigantes círculos majestuosos.
Se van disimulando sumisas con el agua,
ya desde antes sumisa,
hasta dejar de ser gota,
y sólo ser un “algo” más del contenido,
enriquecido con cada gota
agotada.
Contenido más rico
y agotado de gotas y gotas que dejaron sus ondas.

Como una gota que cae.
Y en su caída
dejándo se ser gota.

5/7/08

Momentos.

Estamos acá, y a veces no sabemos porqué.
Gastamos algunos años para reconocer los orígenes, algunos otros para interpretar el motivo.
Algunos más para definirnos, otros para reconciliarnos.
Y quedan algunos aún, para entender como hacer algo con ello.

Estamos acá, aunque a veces por accidente.
Pero...
En el momento en el que pude dejar atrás los orígenes, los motivos, las definiciones
fue a partir del cual empecé a hacer lo que debía.
Disfrutarlo.

20/6/08

Danza

Ella bailaba en la penumbra de su habitación.
Cuando la noche se estiraba en su aburrimiento de bostezos, ella bailaba.
Sólo las luces de la avenida, filtrándose impúdicas entre los pliegues de las cortinas, iluminaban sus movimientos.

Una música nacida desde su interior marcaba sus ritmos, sus contoneos, sus sutiles saltos sobre uno u otro pie.
Ella bailaba las lejanías, los nunca volveres, los no retornos.
No bailaba adioses, sino nunca mases.
Bailaba alborotada, mordiendo su risa, murmurando sonidos, despidiendo a los que nunca llegaron. Bailaba su vida plagada de ayeres, su hoy desnudo.
Hasta los primeros fulgores del día, bailaba.

Sobre uno u otro pie.

16/6/08

Letras púrpuras

La madrugada ya se estaba filtrando indeseable entre mis párpados.
Si bien el día había sido relajando, con cierto aire de indolencia, y las horas de sueño habían sido generosas, la madrugada ejercía implacable la gravedad de su peso contra mis pupilas. Esas que, aún, no pudieron dar con un oculista lo suficientemente certero en su juicio como para que, al menos, diera un diagnóstico más académico en su observación qué un "usá esto un tiempo, y después vemos..."
Obviamente, lo esforzado del constante mirar hacía la pantalla -grandota e incólume- delante de los ojos, provocando el reconocido malestar en la zona inmediatamente superior de cada ceja, no se hizo esperar.
Ambas fuerzas pugnaban contra la voluntad. La una ejerciendo una sutil, aunque insidiosa falla de puntería de los dedos, engañando la triangulación, atinándole a la tecla del costando inmediatamente cercano a la tecla correspondiente. La otra, provocando un constante y aletargado cerrar de ojos, que tardaban cada vez mas tiempo en reconciliarse con la luz del tubo catódico ubicado directamente en frente de ellos.
Pero la mente seguía absorta.
Las letras púrpuras se continuaban desenvolviendo coquetas, en oraciones de poca extensión. Gráciles y certeras. Y la mente no podía dejar de hilvanar su contenido, no dejaba de asociar intensidades.

Era como si, sabiendo al resto del organismo en un estado más cercano al deambular de una mofeta, la mente se mantuviera fiel a sus orígenes, haciendo caso omiso de las manifestaciones de los órganos citados.
Y leía.... y no podía dejar de sorprenderme.


Estimo que duró una media hora aquel estado de guerra entre las distintas tensiones del cuerpo. Igual tiempo al que las letras violetas ocuparon todo el interés de la pantalla.


Y si... notar, caer en la cuenta, tener la concreta certeza de haber estimado anteriormente cada una de esas palabras, de haber tenido conocimiento de ellas en sueños, en caminatas donde las baldosas se sucedían mudas, de haberlas escrito en arenas grises de playas grises. Saberlas.
Y estar leyendo, en ese momento eso... eso que yo ya sabía, o que tenía en la cabeza como que debía ser lo sabido, lo estimado.

Sintiendo que, aún en la distancia que puede acarrear la diferencia de vivencias, de cuerpo, de vidas; todo, absolutamente todo tenía que ser de esa manera.
De la manera en que lo describían esas oraciones cortas de letras púrpuras.

11/6/08

Al menos ella..

El día que la conocí no nos estuvimos mirando demasiado. Al menos ella.
Intuía mi presencia, pero no dedicó más que una mirada rápida para darme por presente.
Por presente.
Es mi manera dejar suceder, estar atento a cada minúsculo movimiento que tenga significado, y no hacer alarde de él... sólo dejarlo ser.
Dejarla ser. Qué mejor libertad para cualquier persona que dejarla ser?
Sin embargo sabía, con ese saber indescriptible en palabras, que algo nos pondría en contacto esa noche. Lo podía sentir sin describirlo.
Fue una noche larga, el calor agradable de un verano que ya empezaba a tirar la toalla nos acompañó a todo lo largo de la noche, maravillosa desde su gestación.
Cada uno en su tema, desencontrados pero sin esforzarnos por hallar la sintonía. Al menos ella.
Hasta que hubo un momento, un instante, imperceptible pero conciente, fugaz pero rotundo.
Estaba cerca de mí, cerca de mi reposado asiento sobre el parque, que apenas alumbrado por algunas velas y una luz lejana creaba el clima íntimo adecuado para todo el encuentro.
El encuentro en el que ella no era una invitada, sino casi la anfitriona. Casi.
A no ser por su orfebre, mágica y firme, endeble y tenaz. Intensa y sutil.

Puso un objeto en mi mano, muchos colores y formas indescifrables, y me explicó sin palabras su función, su mecánica. Me explicó sin palabras su motivo.
Usé un razonamiento rápido para comprender el mensaje, no el explícito sino el otro.
Jugamos, jugamos hasta que me enseñó como festejar nuestro encuentro. Hasta que aplaudió sin palabras para llevarme a jugar su juego.
Lo jugué convencido, convencido de su alegría apenas demostrada, de su momento dedicado a mi mirada, de sus manos acompañando las mías.
Hasta que ella se cansó. De la noche, de mí, de todo salvo de su orfebre, -sabemos que lo intenso debe ser breve, si no lo fuera sería un esfuerzo mantenido ya sin alegría sino por complacencia - y se marchó sin mirar atrás pero dejando un beso rápido.
Pero por algunos minutos, algunos infinitos y fatuos minutos, estuvimos hablando el mismo idioma.
Cuando sonrió supe que lo había logrado. Conmoverme para dejarme emocionado el resto de la noche.
Al menos ella.
De la mano de su orfebre


Hoy empezó a respirar sintiendo el aroma picante del aire en su nariz.
...y estamos felices.

1/6/08

Fronteras

A veces las fronteras son un error. Un error que no se subsana con tratados.
Tratados que, contrariamente a su etimología, separan más que unir. Tratados en los que se vierte demasiada tinta para crear diferencias.
Y las diferencias creadas por los tratados, lo sabemos, son sólo un error de interpretación conceptuado por alguna minoría que afecta a las mayorías. Y las separa.
Y las embandera en discrepancias, rivalidades, desentendimientos.
Y los desentendimientos nacen de los temores. Todos tememos lo distinto, lo ajeno, lo situado más allá de nuestro horizonte.
Pero.
Los horizontes se hicieron para ensancharlos, no alcanza un pequeño horizonte para concebir como “vida” a este pedacito de permanencia sobre la tierra.
Y cuando nos animamos a cruzar a la vereda de enfrente descubrimos que lo que separa ambas veredas es sólo un pedrusco.
O una insignificante línea.
O un salvable charco.
Y ya mirando desde la otra orilla, encontramos que allí podemos encontrar tanta capacidad de emoción, como en nuestra propia costa.
Y las miradas son tan transparentes como las nuestras.

A veces las fronteras son un error.
Y derribarlas nos ensancha un poco más el corazón. Y nos engendra afectos. De esos que tendrían que estar más al alcance de la mano, por la necesidad fundamental de contar con la calidad y calidez, que a veces, por un error de los mapas, vive del otro lado del charco.




Aunque no era la intención de este post hacer un relato del viaje, dejando para otro post futuro y con más adecuadas palabras dicho relato, sí decido incluír dentro de éste la contestación a sus comentarios:

Casandra: (no era con doble s?)Si de algo ha servido conocernos ha sido para entender que el horizonte de cada uno tiene muchos más kilómetros de amplitud que la que nos imaginábamos. Su balcón ya será compartido y no sólo suyo, su luna ya no será individual sino concensuada, su cocina ya no tendrá azulejos silenciosos, sino que repetiran muchos ecos de palabras.Ya no son tan pesadas las distancias, cuando atravesarlas sea siempre con ganas de encuentro.
Su nueva tecnología se retoba, pero como todo potro bravío, llegará a ser dócil. Mientras tanto deje que ambas se vayan conociendo.

Sr Zen: Quedaron varios momentos por compartir, y eso es bueno. Tener instantes reservados para el futuro para unos mates, para cruzar palabras certeras, para compartir su mar, para quedarnos en silencio o aprender a conocer la historia de su Montevideo.
Para mí haberlo conocido y ahí mismo, a los pocos minutos, saberlo cófrade de pensamientos, de silenciosas risas complices y de brillo en las miradas, ha sido lo más semejante que conozco a hallar en una Gran Persona a un Gran Amigo.
Tomo su invitación, en esa mesa del mercado del puerto, como un faro hacia el cual orientar mi barca durante los meses venideros. Yo la he escuchado sincera, y deseo que mi respuesta a su ofrecimiento también tenga peso de compromiso. Compromiso más que afectuoso, por cierto.
Ha sido un encuentro que hemos disfrutado. Y el disfrute, en esta corta permanencia en la vida, debería ser un precepto con peso de mandamiento impostergable.
Un fuerte abrazo.

Fiore: A través de las charlas, cortas o interrumpidas, hemos podido descubirir un sinnúmero de magníficas coincidencias. Conocerla durante este viaje ha sido el bonus track que terminara por ponerle moño al mismo. A partir de él ya no guarda mucha importancia no haberla leído durante meses antes, ya que la riqueza que ud guarda la reconozco como un idioma que nos une.No dude que será más que agradable volvernos a reunir.
Y llevaré un tupper para traerme la pizza que quede sobrante, que mantengo como la única asignatura pendiente de todo este fin de semana. Su pizza, sépalo, no sabía a harina, sino a amistad de la óptima.


Aunque la palabra "gracias" sea una palabra demasiado fácil de decir, sepan que desearía enaltecer el afecto que ella pueda encerrar, y ojalá pudiera sonar distinto este Muchísimas GRACIAS por cada segundo que brindaron.

25/5/08

Ocaso

De pronto hubo un gran silencio.
Había luz, sí que la había, pero el silencio rumiaba los gestos, lamía las miradas.

Absorbía todo lo mencionable.
Quedaron imágenes (ya dije que había luz), que centelleaban por momentos sin previo aviso. Fulgurantes sacudían por instantes, quedándose luego las retinas impávidas, con instantáneas venidas de quién sabe que rincón de la memoria.
Desde ese instante, el aire se tornó pesado, demasiado denso como para querer ingresar en el interior.
Y se respiro de a breves bocanadas, insuficientes, mendrugos de las que fueron sofocantes, forzadas por otra boca estirando hasta el infinito la capacidad recién adquirida.

Rogué a los cielos perder todos los demás sentidos. Ya no había razón para conservarlos.
Cada uno, quedando aún vibrante por el regocijo de las lluvias no vividas, de los soles testigos, de los acres sabores de cafés bebidos de otra boca junto con la risa, con los jugos sublimes creados.
Todo.
Como luego de un temblor, devastador e implacable, fue investido de silencio.

29/4/08

Orígenes

A veces, cuando está sediento
elije caminar por el desierto
lejos de los manantiales,
a distancia de los abrevaderos.

A veces, cuando las tripas claman
elije apartarse de los manjares,
relegarse de los banquetes,
privarse de los sustentos.

Para no olvidarse
de la razón de la sed
o del origen del hambre.

10/4/08

Otoño

Cada año hay un día, un día particular
en el que el verano deja de
serlo.
Es como que hay un giro mudo,
la vuelta de una esquina sin marcha atrás,
un silencio, roto con una palabra,
que ya no volverá a ser silencio.
Un momento, un casi
imperceptible en el que
todo el devenir de los futuros días
ya no serán lo mismo.
Un amanecer que rompe distinto
un
fugaz segundo,
casi un silencio de corchea
después del cual ya el pasado comienza a ser pasado.

Hay un día en que el año termina, y comienza uno nuevo
Donde los verdes ya dejan de ser verdes
para ser verdes olvidados.

3/4/08

Azur

Dulce y hermosa
flor de la mañana.
Ya tu corola se despertó.
tu perfume se disipó
abrazado al viento del azur.

Que dulce espera
de la madrugada.
Ya te cansaste de tiritar
tu destino signado está.
O mi pasión o el aire
te abrirán.

(obvio: L.A. Spinetta)

26/3/08

Esclavo

He sido esclavo de una piel.
Saberla al alcance de mis dedos provocaba mi total sumisión a sus anhelos.
Sus pliegues, sus aceitados pliegues me han sometido a designios tan burdos como crueles.
El recuerdo de su espalda me provoca insondables angustias y quebrantos.
Sus dedos, sin sangrarme, han dejado cicatrices en mi cuello, medialunas en mis flancos, profundos ríos en mis brazos. Han hurgado en mis secretos. Me ahogaron incontables gritos de espanto. Han callado mis oídos, y prolongado mis espasmos.
Una lengua ha naufragado en mi garganta dejándome agonizante, como un pez en un río irremediablemente árido. Ha estirado mi pellejo hasta herirme. Ha humedecido mis ojos hasta quemarlos, y mi vientre hasta desear mi muerte.
Su cabello flageló mis muslos lacerando la carne hasta los huesos, dejándome inválido y sin fuerzas.
Sus piernas me estrujaron.
Sus pechos me asfixiaron.
Sus hombros tiranos resecaron mis labios.
Su licor fundió mi lengua, y adormeció mi sexo ardiente hasta humillarlo.
Su interior, su ácido interior me ha disuelto en tantas partes, tantos desmayos

Yo era libre antes de rozar su telaraña.
Y su mordida me dejó sin sangre.
Y fui su prisionero sin salida. ..y su esclavo deleitado.

17/3/08

Noche con yapa (interplanet eight)

La noche, generosa, volvió a darle al resto de las noches la duración que le corresponde. Anunciándolo, la luna mostró la mitad de su cara –una sonrisa con demasiados dientes- en medio del cielo desde temprano. No sería una noche más, sino una noche más larga.
Desde el este, norte y sur confluirían los planetas hacia el espacio amarillo, la cabaña patagónica aromatizada en hierbas y que casi siempre se ubica, generosa, en el ojo de la tormenta.
La intensión de variar la dieta por algo con más manos propias en su elaboración llevó, casi sin necesidad de solicitudes o premisas gastronómicas, a compartir cazuelas de pastas que se vaciaron demasiado rápido. Cuando intervienen opiniones, condimentos ahumados (¿) y costumbres dispares venidos desde puntos disímiles de la galaxia, generalmente el producto concretado tiene ese sabor especial de lo ignoto y sorpresivamente gustoso.
Ya éramos viejos conocidos, pero las ganas siempre acuden vestidas con ropas de estreno.
Los que no estuvieron estando siempre, se extrañaron. Los que dejaron su impronta en libros de visitas asistieron silenciosos. De alguna manera estaban todos, todos los que debían estar, como sucede en todo cosmos que se precie de serlo. Aún los planetas lejanos haciendo llegar su brillo.
Los pies descalzos, la ropa oriental, las sandalias contrastando con uñas siempre rubí y los paseos erráticos viajaron por 6 horas entre mini series, vidas pasadas, cartas astrales con géminis habitando alguna “casita”, masas ostentando derroche de ricor y viajes pascuales hacia lejanas tierras. Los húmedos visitantes nocturnos gobernaban los fugaces traslados de ubicación hasta llegado el momento de la partida.


El transbordador rojo, que esperó paciente bajo la maraña de hojas, despegó dejando escuchar un zumbido. La dueña de casa se ocuparía al otro día de ollas y cubiertos esparcidos en la pileta, y la noche ya no amenazaría con acercar el despertar de los gorriones.
Las almas entibiadas viajarían nuevamente hacia el este, norte y sur, sabiendo que la distancia, que a veces se estira irremediable, es sólo un espacio de tiempo.
Jamás un vacio de intenciones.

7/3/08

Inocente historia marina

Érase en un cierto tiempo, alguna vez, una playa. Casi una cualquiera, tampoco una paradisíaca, sino una playa cualunque, acariciada por olas de un océano bastante cálido. Solitaria, totalmente deshabitada... o por lo menos a simple vista, ya que de vez en cuando alguna medusa decidía saciarse de sol en su arena.
Esta playa, olvidada del resto de la inmensa vastedad del mar, había sido signada por algún dios sensible para que en su arena, en su ardiente y blanca arena, fueran a dejar su osamenta algunos caracoles que tuvieron una mejor jornada en tiempos pasados. Días de mecerse con las corrientes, de revolotear en el lomo de los delfines, de jugar a las escondidas en el esqueleto de algún barco naufragado.
El hecho es que, a esta playa iban a yacer aquellos caracoles, con sus colores aun radiantes, sus nácares aun lustrosos, para pasar sus últimos momentos de vida al rayo abrigado del sol.
Cierta vez se dirigían a esta alfombra de arena que se dejaba humedecer los labios con la espuma de las olas, dos caracoles. Pero no iban juntos, sino cada uno provenía de algún rincón muy distante del otro. Ninguno sabía que otro caracol, al mismo tiempo, se dirigía a la misma playa.
Ellos era bien distintos... o no tanto, pero si lo eran en sus colores. Uno, radiante, coronado por una cabellera de algas doradas, pequeño, tímido aunque audaz en su nado. Sus valvas se habrían como una sonrisa ancha, grandiosa, con tantas ganas de conocer otros mares, de los que había tenido noticias en sus sueños, pero desconfiando que fuesen realidad, había decidido encaminar sus pasos hacia la playa.
El otro, sereno, lánguido, de movimientos dosificados y medidos, sabiéndose capaz de mucho, pero desconfiado de nadar grandes distancias si no existía en el otro extremo alguna razón de lo hiciera sentir útil, necesario... vivo en definitiva. Con grandes sueños de los que no dudaba, y colores profundos que sólo deseaba mostrar a quien lo observara con otra mirada, y no con la cotidiana y abúlica de cualquier marea.
Estos dos caracoles, faltando algunos metros para llegar a la playa, llegaron a ponerse a la par... y se miraron.
Y ambos detuvieron su nado. Primero de manera distraída, mirando hacia el fondo o a los peces que pululaban a su alrededor, luego con la mirada mas atenta hacia el otro. Hasta que se saludaron y dejaron escapar alguna burbuja de su interior.
Y el caracol de sonrisa ancha se mordió una uña. Y el de movimientos medidos miró con mas atención.... y soñó.
Se acercaron uno al otro, y ambos, sin pensarlo demasiado, dejaron escapar un “hola”, aunque el movimiento de las olas, frenéticas a medida que se acercaban a la orilla, les impedía rozar sus caparazones, y los mantenía a distancia.
Ambos decidieron cambiar sus rumbos, no ya hacia una playa para bañarse en los rayos del astro dorado, sino probando nadar algunos metros mar adentro, pero juntos.
Juntos.
El temor los paralizaba de a uno por vez en su osadía. El miedo de confiar nuevamente. Pero sólo era necesario que el otro dejara escapar alguna burbuja, algún rictus de su boca para hacerle saber, a quien dudara, que nadar mar adentro no era sólo una aventura sino que era saberse al lado de otro caracol que valorara sus esfuerzos de nadar, que ayudara cuando las corrientes se ponían en contra, que protegiera el delicado nácar del interior del otro simplemente por haber encontrado en sus colores la magia.
....
No se los volvió a ver acercándose a aquella playa. Quizá estén juntos, jugando con los camarones y los delfines, conteniéndose en sus temores de peces hambrientos, y acompañándose por esos mares que ambos habían soñado, pero que necesitaban encontrarse para recorrerlos.

13/2/08

This sitio esta under mundanza (literal), pero continuará por acá arriba, alto y noctámbulo.
Be patient

10/1/08

amor de verano

Pegó su mejilla a la vidrio.
Había esperado durante dos horas deseando verlo llegar. Pensando que cada minuto era el anunciado para reencontrar sus ojos.
Había esperado en vano.
Por los parlantes una voz grave le indicaba que cualquier espera ya debía darse por terminada.
El oficial que anunciaba el prembarque –siempre vestían de manera impecable- la miró con gesto severo, era la única que faltaba abordar.
Quiso pedir unos minutos, apenas algunos para saberse recompensada en su espera: no puede el alma estar equivocada, él debía llegar.
Las almas no se equivocan, sólo se remontan a un ritmo que pocas veces tiene el compás necesario para dejar que otra alma se ponga a su alcance. Las almas nunca se encuentran, sólo sufren colisiones.
La suya la tuvo hace una semana atrás, en el camino de calles empedradas que rodea la Iglesia de San Francisco, respirando un atardecer salteño rociado con aromas de comidas picantes.
Él caminaba hacia ella desplegando mapas incomprensibles que mantenía arrugados en un morral de cuero que daba lástima. Su ropa desprolija y su incipiente barba de tres o cuatro días le habían hecho apartar la vista en el primer momento, para volverla a fijar a los pocos minutos y ya no volver a evitarla.
Distraído y caminando torpemente, él llegó hasta un banco de la peatonal, miró por un momento esas hojas con dibujos cuadriculares y se sentó dándose por vencido.
-Hola, estás perdido? se había animado a pronunciar, tratando de disimular el temblor de sus palabras.

Ahora, en un aeropuerto inundado de soledades que partían, ella le tendió su boleto al oficial impecable con ojos a punto de estallar de dolor. Apretó sus muelas conteniendo la sal herida mientras manos certeras y frías cortaban el billete de embarque, alejando las posibilidades, las sonrisas mordidas, las miradas que no juraron volverse a encontrar.
Caminó por la manga contando sus pasos, recordó cuando sus pies recorrían caminos arenosos al lado de aquellas botas gastadas, mirando la sombra de las manos tomadas.
Quiso volver, sabiendo al mismo tiempo que sería en vano. Se acomodó en el asiento sabiendo que todo, hasta irse, sería en vano.
Ya no volvería a encontrarlo, ya no amanecería luego de noches hamacadas desde balcón del hotel, compartiendo el café y los besos, las sábanas y la ducha, las siestas suspendidas por urgencia de la piel, los párpados cansados por el amor sin promesas.
Y se volvería a encontrar, cuando el avión ya tocara tierra nuevamente, con su propia boca huérfana, con sus manos acariciando otros hombros sin sentido, con su risa añeja.
Con su deseo con arritmia y un verano ya vencido.