31/3/09

Oídos y palabras

Hay personas que escuchan.
Algunas lo hacen hasta interpretar una idea, luego interrumpen esbozándola.
Otras escuchan atentamente, traduciéndose a si mismos las palabras dichas por el otro.
Hay algunas peores, las que infieren que pueden dar su opinión sobre lo escuchado, sin haber sido solicitada.

Lo mas dificultoso del hecho de escuchar, es reconocer la gramática, interpretar los puntos suspensivos, asimilar las comas, dar por comprendidos los puntos aparte.

Están aquellos que no guardan mucho interés en lo escuchado, sino como una escueta síntesis de aquello que pueda guardar alguna similitud con sus propias ideas, o alguna discrepancia con ellas.
También están los que no comprenden, pero hacen el esfuerzo por escuchar. Maravillosos ellos, mágicos casi.

Por último están los que escuchan escuchando. Los que el mismísimo sonido de las palabras los transporta a otro mundo, desconocido e irrisorio a veces, intrépido y mordaz otras, pero mantienen su silencio. Los que comprenden que precisamente en el silencio que media entre las palabras escuchadas, habita el alma de quién las dice.

5/3/09

1990..

Miro los cuadros, apoyados en el piso. Estúpidos orgullos de viejas fotografías cuya autoría me niego a declarar, pero que íntimamente, casi subrepticiamente dejo declarada. Por eso el derecho de hacer con ellas lo que se me antoje: no permitirles mayor presencia que la de estar ahí, acompañando desde el lugar en el que puedan guardar su intensidad.
Recuerdo pasados tan lejanos, tan someros y tan frágiles como la sombra que he dejando sobre baldosas que apenas recuerdo, sobre arenas que ni siquiera olvido, sobre amaneceres que nunca pude ver.

Aquella mañana amanecí antes que saliera el sol. Ella hizo sonar el timbre que, prescindiendo de celulares, yo sabía que sonaría aproximadamente en ese momento.
Su cara de sueño apenas conciliado, apenas devenido, pugnaba por competir con el mío, infinitamente efímero por la visita de la otra ella, la que tímidamente había intentado justificar su viaje desde España hacía apenas algunos días para recrear aquel no tan lejano amanecer. Una araña de Nazca sobre mi alfombra.

El sopor del amanecer sobre costanera.
El sabor de saberla alejarse para siempre.
Y tan vacío que quedó el hueco de cada mano.
De ambas.

(manos..)