22/7/09

Palermo confuso

Cuando conocí a M, ese mismo día me dijo de ir, luego del trabajo, a caminar por Palermo. No era ni verano ni invierno, quizá un noviembre plácido, quizá un abril apaciguado.
Nos encontramos en alguna esquina, ya ni recuerdo donde, y caminamos hasta nuestro destino. Justamente, nuestro destino.
No sé como llegamos hasta un banco solitario, debajo casi de un farol también solitario.
Conversamos horas, las precisas y necesarias para entibiar las palabras, domar las risas, aquietar los nervios, solidificar el deseo. Un deseo que no se saciaba sólo en deseo urgente, existía una somera visualización de algo, una presunción de profundidad de contenido.

Nunca me habían apurado de esa manera. Una compañera de trabajo que sintió la onda y no necesitó pensarlo un par de días. Era ahí y en esa misma tarde.

Ese banco del parque fue testigo de mucho, quizá de lo más importante: del acuerdo.
Ya de noche nos levantamos para dirigirnos a su casa, apenas a unas cuadras.
Y a sólo unos pasos de levantarnos quise retratar la imagen de ese banco y su farol, tan especiales, tan indeclarables que jamás los volví a encontrar por más que he recorrido Palermo en muchísimas ocasiones. Nunca pude saber a que banco me llevó M en su propuesta.

Fuimos a su departamento, que tampoco olvido, y la noche giró en torno de nuestros susurros.
Y su risa.
Y la piel.
Y las horas, eternas, antes del amanecer.
...
Imposible separar en el recuerdo el sabor de su humedad, y ese banco y su farol en un Palermo confuso.

15/7/09

Sueños

Cada mañana, casi antes de despertar con un sol que dibuja tímidas muescas sobre la pared, pienso si no sería más esencial seguir soñando. Para reconocer las jornadas más intensas.
Pero,
justamente,
toda intensidad es aquella que transcurre durante la vigilia.
Para vivirla soñando que el sueño no es otra cosa que la vida soñada desde un sueño ajeno.

1/7/09

Entregas

Una vez presté un libro de Baudelaire,
y no me devolvieron.
Posiblemente lo pueda volver a comprar
pero no se si quiero.

Dudo además de querer recuperar ése,

dificilmente sea el mismo que presté.
Sólo pasa que a veces extraño

mi libro de Baudelaire.