16/6/08

Letras púrpuras

La madrugada ya se estaba filtrando indeseable entre mis párpados.
Si bien el día había sido relajando, con cierto aire de indolencia, y las horas de sueño habían sido generosas, la madrugada ejercía implacable la gravedad de su peso contra mis pupilas. Esas que, aún, no pudieron dar con un oculista lo suficientemente certero en su juicio como para que, al menos, diera un diagnóstico más académico en su observación qué un "usá esto un tiempo, y después vemos..."
Obviamente, lo esforzado del constante mirar hacía la pantalla -grandota e incólume- delante de los ojos, provocando el reconocido malestar en la zona inmediatamente superior de cada ceja, no se hizo esperar.
Ambas fuerzas pugnaban contra la voluntad. La una ejerciendo una sutil, aunque insidiosa falla de puntería de los dedos, engañando la triangulación, atinándole a la tecla del costando inmediatamente cercano a la tecla correspondiente. La otra, provocando un constante y aletargado cerrar de ojos, que tardaban cada vez mas tiempo en reconciliarse con la luz del tubo catódico ubicado directamente en frente de ellos.
Pero la mente seguía absorta.
Las letras púrpuras se continuaban desenvolviendo coquetas, en oraciones de poca extensión. Gráciles y certeras. Y la mente no podía dejar de hilvanar su contenido, no dejaba de asociar intensidades.

Era como si, sabiendo al resto del organismo en un estado más cercano al deambular de una mofeta, la mente se mantuviera fiel a sus orígenes, haciendo caso omiso de las manifestaciones de los órganos citados.
Y leía.... y no podía dejar de sorprenderme.


Estimo que duró una media hora aquel estado de guerra entre las distintas tensiones del cuerpo. Igual tiempo al que las letras violetas ocuparon todo el interés de la pantalla.


Y si... notar, caer en la cuenta, tener la concreta certeza de haber estimado anteriormente cada una de esas palabras, de haber tenido conocimiento de ellas en sueños, en caminatas donde las baldosas se sucedían mudas, de haberlas escrito en arenas grises de playas grises. Saberlas.
Y estar leyendo, en ese momento eso... eso que yo ya sabía, o que tenía en la cabeza como que debía ser lo sabido, lo estimado.

Sintiendo que, aún en la distancia que puede acarrear la diferencia de vivencias, de cuerpo, de vidas; todo, absolutamente todo tenía que ser de esa manera.
De la manera en que lo describían esas oraciones cortas de letras púrpuras.

3 comentarios:

Z E N dijo...

Querido amigo como esta? muy elocuente su relato...y muy cercano lo encuentro todo lo que nos comparte de los ojos.
Leyo el "ensayo sobre la ceguera"? me pregunto si será tan bueno, como aquel libro "el perfume" de Patrick Suskind...mire a donde me llevan en primera instancia sus letras...

Luego, el descubrir lo ya descubierto...como si otro lo hubiese escrito, ya habiéndolo sabido escrito, leído? es así?

Le mando un abrazo grande, y espero una respuesta si lo entiende pertinente, porque a partir de ella, me gustaría redondearle la respuesta...

Cirulaxio dijo...

Sr Zen: Son todo un tema los ojos, cuando ya se hace necesario cada tanto renovar los instrumentos que les posibilitan seguir cumpliendo su función de darle forma y color al mundo. Bah... con la edad todo lentamente se va convirtiendo en un tema.
La edad... tanto hay para decir de ella.
Pero me mantengo en tema. "El perfume"!! delicado libro ese, al que, personalmente, no ha completado la película homonima, aunque visualmente -qué curioso, no?- fuese por demás de atractiva.
No leí el ensayo sobre la ceguera, sí en cambio algunas cosas facinantes sobre el olfato. "el perro bajo la piel".

Le ha sucedido alguna vez que uno mismo sabe cosas, las ptiene dentro por muchos años como un paradigma construido por si mismo, al que nunca le pudo dar forma? Pero en el que cree casi ciegamente? Y llegar un día y verlo escrito, escrito por otra persona sin demasiados errores respecto al suyo original?
Es como haber crecido sin conocer a alguien y luego de muchos años, se encuentra con esa persona y escucha lo que ud tuvo siempre en mente, pero sin influencias de ninguna clase que le distorsionen o le haga dudar de esas coincidencias. Simplemente es así, y uno mismo no puede creerlo.

No se, quizá es complicado de traducir a letras, es más que nada un efecto, ni siquiera un sentimiento, sino un efecto de hallazgo a partir del cual todo cambia de significado.


Un abrazo grande.

Florecita dijo...

Este mensaje es menos literario que el de ustedes, sólo para recordarle mi querido Cirus, que las almas son eternas y no se arrugan... la edad es un tema que lo trato de manera chiquita...

Hermoso su relato... como se posan los ojos en las formas, como crean formas y como esas formas se renuevan/destruyen desde nuestra mirada/no mirada...

Un abrazote de oso... carajo!!!!!