7/11/07

no debo

A veces paneo por blogs desconocidos. Bah, no tanto, suelen ser los mismos siempre, y me entrometo cada tanto, no se, veinte o treinta días.
Siempre termino de leerlos y, sin hacer ningún comentario (porque no debo ), me quedo con un vacío de palabras.
Quisiera copiarlos, y hacer figurar un posteo cualquiera, realmente cualquiera porque todos, todos son impecables.
Tampoco lo hago porque no debo.
No sólo me fascino con las palabras, tengo que reconocer un sentimiento más intimo: las envidio.

Podría transcribir cualquier frase, cualquier oración de apenas cuatro palabras de alguno de esos blogs, y sentir que guardan un mundo dentro de ellas, pero no debo.
Podría dar data para que alguien los visite, pero tampoco. No debo.

Y siempre, también, termino con un pensamiento semejante: no escribo más.

Me avergüenza leerme y recorrer montones de palabras sin encontrar una fuerza interna en ellas.
Me enoja poder encontrarla en otras palabras, ajenas.
Porque si la puedo ver allá, significa que puedo, que tengo en algún rincón la capacidad de reconocerlas, pero de ahí a poder sentirla en estas, mis palabras...

Hace unas semanas, me recuerdo amanecer en una escalera de mármol escuchando los gorriones que se despertaban, junto a dos personas amigas, reconociendo precisamente esto: lo que digo no me dice lo que yo quisiera que me diga.
No tanto a quien –respetuosamente y, debo reconocerlo, con mucha sensibilidad- las lee.
Sino a mí.

Me irrito a mi mismo, reconociendo estos sentimientos.
Yo se que esas visitas a esos blogs me ponen en este estado, la cosa es que no lo evito, es totalmente ex profeso visitarlas.

Aunque se que no debo.

Y como no quiero desenojarme, no dejo habilitados los comentarios para este post.