No. Hay pedazos, jirones de uno mismo que no puede dejar olvidados.
Este es uno, la escritura casi íntima, la conversación consigo mismo. la
reflexión, el insulto, el pesar, la euforia.. Todo eso que no hace
falta explicarles a terceros, ni a segundos. Que es propio como un
sueño, como un deseo, como el gusto áspero que queda después de tomar un
mal vino, o el dulce con que se regocija con el bueno. Se pueden callar
muchas voces pero la que se dirije hacia dentro no hay manera de
hacerlo, o no se debería.
A veces he pensado que relatar un sueño
es un barbarismo repudiable, un insulto. No hay palabras que puedan
usarse para que otra persona entienda qué sucedió en él. Intentarlo es
resumirlo a meros hechos casi sin significado.
Lo mismo sucede
con esas palabras que cada uno se dice a si mismo, esas conversaciones
que se mantienen en la intimidad de una cena solitaria, de un viaje sin
compañías, de un amanecer sin más testigos.
Escribir acá no es
hacerlo para otros ojos. No lo estoy compartiendo, solo lo dejo
registrado por si alguna vez me olvido de mantener las ganas, el sentir
único que me identifica.
Claro, también se mantiene, oculta y sin
demasiados pregones, la idea bastarda de encontrar aquellos ojos que
comprendan. Pero no se guardan demasiadas espectativas al respecto.
Así que bueno, seguiré escribiendo.Como cuando guardaba hojas escritas ocultándolas de miradas indiscretas.
Porque siguen doliendo cosas.
Y sigue doliendo más no escribir.
1/6/18
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