1/6/18

Tinta viva.

No. Hay pedazos, jirones de uno mismo que no puede dejar olvidados. Este es uno, la escritura casi íntima, la conversación consigo mismo. la reflexión, el insulto, el pesar, la euforia.. Todo eso que no hace falta explicarles a terceros, ni a segundos. Que es propio como un sueño, como un deseo, como el gusto áspero que queda después de tomar un mal vino, o el dulce con que se regocija con el bueno. Se pueden callar muchas voces pero la que se dirije hacia dentro no hay manera de hacerlo, o no se debería.
A veces he pensado que relatar un sueño es un barbarismo repudiable, un insulto. No hay palabras que puedan usarse para que otra persona entienda qué sucedió en él. Intentarlo es resumirlo a meros hechos casi sin significado.
Lo mismo sucede con esas palabras que cada uno se dice a si mismo, esas conversaciones que se mantienen en la intimidad de una cena solitaria, de un viaje sin compañías, de un amanecer sin más testigos.
Escribir acá no es hacerlo para otros ojos. No lo estoy compartiendo, solo lo dejo registrado por si alguna vez me olvido de mantener las ganas, el sentir único que me identifica.
Claro, también se mantiene, oculta y sin demasiados pregones, la idea bastarda de encontrar aquellos ojos que comprendan. Pero no se guardan demasiadas espectativas al respecto.
Así que bueno, seguiré escribiendo.Como cuando guardaba hojas escritas ocultándolas de miradas indiscretas.
Porque siguen doliendo cosas.

Y sigue doliendo más no escribir.

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