4/5/09

Bar

Miraba hacia la ventana enfrente suyo. Casi no importaba que pasaba del otro lado.
El rectángulo recortado contra la pared ambarina, opaca de grasas hastiadas, meticulosas y lentas como la hiedra, era lo que miraba casi sin atención pero con fijeza.
Veía un reflejo, eso sí: su propio reflejo en el vidrio mugriento de mil humos.
Si llovía del otro lado o si el mundo se desintegraba en innumerables llantos lastimeros no importaba.
Un retazo cuadrado lo aislaba de su agujero cuadrado, sin pasados y sin futuros, iluminado por la luz cuadrada, apoyado contra la mesa cuadrada, revolviendo metódicamente dentro de la taza, pálida y regordeta, que se aburría delante suyo.

Fue, luego de un rato largo de mirar sin ver, que un remolino caprichoso del otro lado del vidrio desenfocó –enfocando- sus ojos en los rizos de un cabello fuego que se detuvo huyendo de la lluvia -o del llanto- pegoteándose desprolijo contra la ventana.

6 comentarios:

Carlos Paredes Leví dijo...

Por desgracia, tardo en aprender y frecuento bares (siempre esquineros) para tomar un rápido café o una cerveza. Y no aprendo porque no me habitúo a las conversaciones y estructuras físicas de quienes me rodean. Un día y otro vuelve a los mismos lugares y me topo con los mismos sujetos. Me encantaría tomar mi consumición desde la seguridad del otro lado de cristal, pudiendo contemplar impune a tanto engendro. COmo no lo consigo, sólo me resta el consulo de beber apurado y salir disparado.

Un saludo.

RMS dijo...

La magia de rincones mudos llenos de ruidos paganos. Y la vida a través de la ventana.
Un saludo.

Cirulaxio dijo...

Carlos: No estoy muy seguro, a veces, de escuchar o ver lo que realmente sucede cuando estoy en algún bar; sino aquello que imagino que puedan estar hablando o haciendo otros seres en esos lugares. A veces los hechos reales son muy simples, y otras sencillamente superan cualquier ficción.
Gracias, un abrazo.

Rammses: Curiosamente estimo que hay muchas personas dentro de un bar mirando pasar la vida por la ventana. Digo curiosamente porque son aquellos que sienten que la vida es eso que les sucede a los demás mientras uno mismo se queda revolviendo la taza.
Un abrazo.

Carlos Paredes Leví dijo...

He curioseado en su "Perfil" y me mató con lo de la 303 y la tinta azul lavable. En mi infancia porteña, comencé a escribir con una lapicera de ésa marca (roja) y utilizando la misma tinta. Luego, ya en Tercero, me pasé a la Parker.

Un saludo.

Cirulaxio dijo...

Carlos: Yo, además de la 303, usé durante el resto de la primaria la Sheapher, con el consavido encharstre de tinta en los dedos y en el bolsillo del guardapolvo.
Ya en el secundario el bolígrafo Bic hacía pata ancha.

Carlos Paredes Leví dijo...

Pensando en estas cosas, me acuerdo de que, en Tercero, perdí una lapicera Parker de color negro a la que tenía particular cariño y pensaba me traía buena suerte en los exámenes. Me la dejé olvidada en la cajonera del pupitre.
Aquella nostalgia me llevó a comprar, hace pocos años, otra igual, además de otra en color gris como la que usaba una prima mía, talentosa y exitosa y que suele aparecer en los medios.
Actualmente, al igual que cuando iba a la facultad, utilizo Sheaffer.

Un saludo.

PD: A las lapiceras, en España se le llaman Plumas. Una vez, hace años, le dije a mi hermano que me había comprado dos plumas. "Ya te falta menos para el pájaro" contestó.