7/5/14

Como si..



Así, como si fuera un chasquido pero sin “chas”. O sea sin ruido, como si el aire (o el éter como sostenían hace tiempo) se abriese para consumirlo como una medusa consume un bocado de alimento, de esa manera tan artera y sigilosa que puede pasar desapercibida si uno mismo no se percata que ha sucedido algo, algo que provoca una ausencia que antes no era tal, y uno solamente tomaba como natural el hecho que la presencia no tenía cuestionamientos, solo estaba ahí – o allá, pero estaba-. Así se disuelve algo –o alguien, pero me mantendré precavido mencionándolo aún como “algo”- del permanecer cotidiano, o al menos periódico, pero sólido, tangible, palpable y manoseable. Degustable y ostensible, para el caso, aunque también irritable pero sólo a veces – que eran las menos-.
Y como corresponde, no corresponde hacer preguntas, porque, lo sabemos, las palabras son un engendro de los impíos demonios destructores del alma. No es necesario ejercitar palabras cuando ya algo que hay dentro de cada ser comprendió con toda certeza cada vericueto de la cuestión, y ni siquiera pidió ayuda al idioma para categorizarlo, sólo lo vivió como era: degustable, palpable e irritable.
Qué maravilla no necesitar palabras entre seres que saben escuchar la majestuosa música de la ausencia de ellas.