15/2/11

Fractura

El postrero, quizá debilitado pero viviente estentor de una vida que apenas se quiere asomar a una vejez estoica -soy medio dramático con los desfalleceres del cuerpo- me resquebraja los días.
Una escápula...no, no, sino un esfenoides...tampoco, sino una clavícula, eso, una clavícula fracturada, me enturbia las mañanas.
No tengo demasiada sapiencia respecto a los resquebrajos internos, pero en algún momento siento que algo que desde el nacimiento estaba ahí, sólido, peremne, inalterable, de repente pierde su perpetuidad. Como si todo el ser debiera ser continuo hasta el final, pero reconociendo que raramente es así. Y más: habiendo estropeado -ocupado por chuparle a la vida hasta el caracú- algunos órganos interiores, de esos que todos tenemos pero que rara vez nos ponemos a recordar como propios.
Hoy... no se si volveré a ser el que era ayer.
Pero puede que sea un renacer...

Hoy.
El
parto
me
duele.
(Más por dentro que en la clavícula)